domingo, 16 de abril de 2017

EL INFIERNO NORCOREANO


testimonio del padre Philippe Blot en París

María Arratíbel, el 15.04.17
Infocatolica

“Como misionero, como sacerdote católico, hablo aquí en nombre de todos esos coreanos que desde hace más de 60 años viven uno de los más largos Via Crucis de la historia de la humanidad.”

Así hablaba el padre Philippe blot, sacerdote misionero de las Misiones Extranjeras de Paris (MEP) en Corea del Sur, quien compartió el pasado 24 de marzo en la catedral de Notre Dame de Paris un escalofriante testimonio sobre el infierno que vive el pueblo crucificado por la dictadura comunista en Corea del Norte.

El testimonio se enmarcó en la celebración de una “Noche de los testigos”, evento que Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza periódicamente para difundir la realidad de la persecución, y que ofrece a los asistentes la oportunidad de orar por nuestros hermanos perseguidos por su fe.

La Noche de los testigos celebrada en París contó con tres testimonios excepcionales: el del hermano Jacques Mourad –monje sirio, secuestrado por el Estado Islámico durante cinco meses-, la madre Marie-Catherine Kingbo –religiosa de la congregación de las Siervas de cristo en Níger y, finalmente, el padre Philippe Blot, misionero en Corea del Sur.

Al final de este post podrán visionar el vídeo de la velada completa que la cadena francesa de televisión KTOTV ha compartido en su canal de youtube. Los tres testimonios comienzan en los minutos 23:00 (Jacques Mourad), 47:50 (madre Kingbo) y 1:14:55 (padre Blot). El vídeo está integramente en francés, de modo que les voy a traducir a continuación el testimonio completo del padre Blot, para darles a conocer la terrible situación que viven milllones de seres humanos en el infierno comunista de Corea del Norte:


Desde hace más de 70 años Corea, llamado “el país del amanecer tranquilo”, está partida en dos tras una guerra fratricida particularmente trágica. En un primer momento, como sacerdote de las Misiones Extranjeras de París, pude ir a Corea del Norte y, a pesar de la vigilancia de las autoridades, pude verificar la verdad de algunos reportajes y testimonios de refugiados norcoreanos.

En primer lugar la situación en los hospitales es dramática: sin antibióticos, sin vendas, sin jabón. (…) También los colegios en Pyonyang ilustran la subalimentación crónica de toda la población, que no afecta en absoluto al aparato del régimen. Un niño norcoreano de 7 años mide veinte centímetros menos y pesa diez kilos menos que un niño de su edad de Corea del Sur.

Es necesario sobornar a miembros del partido para obtener productos de primera necesidad: la corrupción es lo común.

No hay minusválidos; el régimen, racista y eugenésico, está obsesionado por la pureza de la raza, a la que personas que no son “normales” no pertenecen. Éstas son expulsadas de las ciudades.

Corea del Norte es un país tan cerrado que nadie puede entrar ni salir sin visado, “incluido Dios” – añaden los refugiados a modo de broma.

Los dos pilares de la represión son un control total de los movimientos de la población, por un lado y, por otro, la ignorancia total del mundo exterior: los refugiados descubren espantados otra realidad completamente diferente de lo que les habían contado desde su infancia, y evocan la propaganda marxista desenfrenada hacia la población, para aprender a someterse al Partido Comunista.

El dictador es presentado como un Dios, referencia incuestionale de discursos, enseñanzas e informaciones. La dinastía de los Kim, de abuelo a nieto (este último hoy en el poder), es objeto de una propaganda delirante: hay 30.000 estatuas de enormes dimensiones dispersas en todas las ciudades y pueblos del país.

Los norcoreanos se espían, denuncian unos a otros si observan la mínima falta hacia el gran líder. Después del arresto del culpable se reúne al pueblo y la familia para condenar públicamene la transgresión del culpable. Todos asisten a su ejecución. Hay una alternativa: los campos de reeducación.

Hablemos de estos campos, que nos darán ocasión de hablar de los cristianos de este país.

El relato de los testigos y las imágenes tomadas con satélite permiten estimar que hay entre 100.000 y las 200.000 personas detenidas en estos campos de concentración. La brutalidad de los guardianes es el pan de cada día de los prisioneros, que trabajan 16 horas al día, sufren torturas atroces, sin contar las ejecuciones públicas de los rebeldes.

Entre estos presos políticos los que sufren el peor tratamiento son los cristianos, considerados espías, antirrevolucionarios de primera clase. Serían 13.000 según el régimen, y entre 20 y 40.000 según las organizaciones humanitarias.

Los cristianos son objeto de un tratamiento particularmente cruel. Se les crucifica, se les ahorca en árboles o bajo puentes, se les ahoga, se les quema vivos. Algunos testigos hablan de torturas tan horribles que la decencia no me deja describirlas ante ustedes…

Para los dirigentes toda religión debe ser prohibida, es decir, tanto el cristianismo como el budismo ya que, como dice el catecismo marxista, es el “opio del pueblo”.

Los norcoreanos no saben qué es una biblia, quién es Dios.
Hace unos años el gobierno norcoreano ha abierto en medio de una gran propaganda una iglesia católica, un templo protestante y una iglesia ortodoxa en la capital…pero sólo son simulacros.

A pesar de todo esto hay una iglesia subterránea en Corea del Norte, que es objeto de una persecución continua. A los refugiados norcoreanos a los que les he preguntado “¿Habéis oído hablar o visto a un vecino vuestro detenido en flagrante delito de rezar en su casa o en un lugar secreto?” muchos me han respondido afirmativamente.

Algunas informaciones nos hablan de una mujer, hace dos años, arrestada en posesión de 20 biblias. La molieron a palos y fue colgada por los pies en público.

En mayo de 2010 20 cristianos pertenecientes a una iglesia clandestina fueron arrestados. Tres de ellos , responsables del grupo, fueron al instante ejecutados. Los otros, deportados.

Se estima que desde 1995 unos 5000 cristianos han sido ejecutados sólo porque rezaban en secreto o distribuian biblias. Muchos de estos cristianos han sido precisamente cristianos por la presencia de misioneros extranjeros en la frontera con China. Se sabe también que dos pastores, americano y canadiense de origen coreano, están ahora en campos de prisioneros por ayudar a refugiados.

He encontrado refugiados en “un país limítrofe” con Corea del Norte que, de ser descubiertos, arriesgaban la repatriación, el campo de concentración…la muerte.

Si en este país vecino a Corea del norte no son repatriados se arriesgan a caer en manos de organizaciones criminales, de tráfico de órganos y de prostitución.

Las mujeres y niñas norcoreanas son secuestradas y vendidas en algunos casos a propietarios de prostíbulos. Una jovencita norcoreana puede ser vendida por entre 800 y 1000 dólares.

Desde hace más de 60 años los norcoreanos tratan de alcanzar un país libre, pero esto no es fácil. Hay que pasar por China, que no reconoce el estatuto del refugiado, que sigue considerándoles inmigrantes ilegales, sin papeles y por tanto sin destino. Muchos trabajan como pueden: mal pagados, sin derechos, a merced del empleador.

Para sacarlos de allí, traficantes bien pagados llevan a los refugiados a Corea del Sur, Canadá y otros países a través de Birmania, Laos, Mongolia o Tailandia. Son necesarios entre 4000 y 5000 euros  para los pasaportes falsos, el transporte, la comida, el “salario” de los traficantes y los sobornos. Por supuesto, se trata de “contratos aleatorios”, y en el último momento los traficantes podrían decidir un aumento de precio…

En el encuentro con refugiados norcoreanos he recibido testimonios tan insoportables que lágrimas de sufrimiento y vergüenza surcaban mi rostro. ¿Los seres humanos pueden cometer tales atrocidades? ¿¿¿Cómo tantas vidas humanas pueden ser pisoteadas entre una tan gran indiferencia???

Por todo ello, como misionero, como sacerdote católico, hablo aquí en nombre de todos esos coreanos que desde hace más de 60 años viven uno de los más largos Via Crucis de la historia de la humanidad. Hablo en nombre de aquellos a quienes se les arranca un ojo, o un miembro, sin anestesia, para transplantarlos a ricos chinos o japoneses. Hablo en nombre de esas jovencitas norcoreanas víctimas de mercaderes de esclavas.
Pero la vida de estos miles de seres humanos, mujeres y hombres, representa un hecho de dimensiones mayúsculas, del que hay que subrayar el aspecto político y diplomático.

Desgraciadamente los países vecinos de Corea del Norte, o los más lejanos de Europa, América…sólo reclaman algunos cambios en nombre de los derechos humanos, sin destacar el status quo actual, en nombre de ese estilo del “equilibrio” de las relaciones internacionales que garantiza una paz de compromiso con aquellos que quieren la liberación de Corea del Norte y la reunificación del país.

En conclusión, si nos quedamos en lso estrictos cálculos geopolíticos, los 23 millones de coreanos se arriesgan a tener que esperar un largo tiempo antes de ver mejorar su suerte, a menos que haya una intervención de Dios, a quien rogamos cada día por este pueblo crucificado, y que aspira a la reconciliación, la reunificación y la paz.

Les propongo orar por la unidad, la reunificación y la reconciliación de este pueblo:


Señor Jesús, te pedimos por todos nuestros hermanos norcoreanos que mueren de hambre corporal y espiritual. Posa tu mirada de amor y misericordia sobre toda la península coreana, para que reencuentren la unidad, la paz y la reconciliación. Amén.”

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